jueves, 17 de noviembre de 2011

El Cabrero

Me ha parecido interesante toda la biografía de El Cabrero, aunque me exceda de los límites más o menos establecidos en este blog. Así que allá va.
José Dominguez Muñoz nace el 19 de octubre 1944 en Aznalcóllar, (Sevilla). Su madre, es oriunda de El Casar de Escalona, provincia de Toledo, su padre, de Alájar (Huelva ), es hijo y nieto de humildes cabreros a sueldo. Con apenas seis años, José que es el mayor de tres hermanos, tiene que abandonar la escuela de párvulos para ayudar a su padre en el cuidado del ganado.
Infancia dura dedicada al cuidado del ganado pero donde la música siempre está presente. De su madre, que canta bastante bien y es aficionada al cante de Manolo Caracol, aprende sus primeros sones flamencos. Con sólo 10 diez años comparte tertulia flamenca con los aficionados del pueblo y, siempre que se anuncia un espectáculo flamenco en los pueblos limítrofes, el pequeño José, acompañado de su madre o solo, va a escuchar a los artistas que componían entonces aquellas famosas troupes: Pastora Pavón, Fosforito, Pepe Pinto, Valderrama...
Su afición por el Flamenco no impide que José, adolescente, sienta una encendida pasión por Carlos Gardel y el Tango Rioplatense. Con 25 pesetas, que su padre le da cada semana, baja a Sevilla, en el viajero que lo lleva al Barranco, estación de autobuses. Allí, “en esas maquinitas de música que funcionaban con monedas”, escucha una y otra vez a Gardel: Cuesta abajo, Mano a mano, Volver... así, hasta que sólo le queda dinero para el viaje de vuelta a su pueblo. En esa época, descubre al que sería otra de sus grandes aficiones: Alberto Cortez.
Esa afición por la música no recibe el apoyo de sus padres que consideran que su porvenir está en el pastoreo. Aún así, José, cuando el gusanillo del arte “es más fuerte que tó”, abandona el ganao y aparece por las ferias y reuniones de los alrededores. Canta fandangos, Las Palmeras y silba con inusitado virtuosismo las músicas de Ennio Morricone y ya, en estas primeras apariciones públicas, casi siempre a modo de espontáneo, despierta expectación.
Vive plenamente entregado a su oficio de cabrero pero se desplaza, cada vez con más frecuencia, a los Festivales Flamencos y a la Feria de Sevilla, donde, en aquella época se podían escuchar grandes cantaores en las casetas. Siente auténtica veneración por Juan Talega y para escucharlo hace decenas de kilómetros a pie o en autostop a Sevilla o a Mairena del Alcor, para asistir al Festival Antonio Mairena. Se sabe todos los fandangos de su admirado Paco Toronjo y una noche, en al Feria de Sevilla, tiene la ocasión de hacer su primer mano a mano con el maestro del Alosno, que sería, andando el tiempo, un gran amigo.
El 7 de julio de 1966 contrae matrimonio con Manuela Ojeda, una joven de su pueblo con quien ya tiene una hija nacida a finales de 1964. La pareja se rompe a los pocos meses del enlace y José se vuelve a instalar en casa de sus padres donde, a cambio de la comida y el aposento, se hace cargo de la piara de cabras propiedad de la familia. Cumple el Servicio Militar en la Sierra de San Cristóbal, entre El Puerto y Jerez, donde pasa más tiempo encerrado en el calabozo, por indisciplina, que fuera de él. Entre los soldados hay muchos aficionados al cante y José, desde la garita de guardia, por el telefonillo que lo conecta con el cuartel, convierte las horas de guardia. en noches de insólitos recitales flamencos: soleares, seguiriyas y tonás al estilo de Juan Talega, Fandangos de Paco Toronjo, Cantes de las minas, cantes abandolaos, la caña, aprendidos de ese gran maestro pontanés llamado Fosforito... En el cuartel, los soldados se van turnando en la posesión o cercanía del telefonillo. Otras noches, él y su compadre "El Yuma", se escapan a la aldea del Coyote, especie de barriada subterranea. En una de las cuevas está el ventorrillo de Juan “el bizco”, buen aficionado al cante. Allí se reunían soldados y paisanos en improvisadas fiestas que duraban hasta media hora antes del toque de diana en la batería y donde José daba rienda suelta a su afición por las diferentes músicas.
Tras el servicio militar José vuelve a su oficio de cabrero pero se desplaza, ya con cierta asiduidad a a Sevilla a los lugares donde se escucha Cante. Frecuenta La Venta Vega, El Morapio y La Trocha... Si hasta entonces se había acompañado siempre con los nudillos, sobre la mesa, se va acoplando a la guitarra poco a poco. Conoce a Pepe Carrasco, letrista de casi todas las figuras de la época y asesor artístico de la Belter que le propone grabar un disco. José, que no tiene intención de dejar su oficio de cabrero “por ná”, rechaza la oferta.
A finales de verano, de 1971, José da un paso absolutamente trascendental en su trayectoria artística: por vez primera, intenta probar suerte en el mundo del flamenco. Vende las cinco cabras de su propiedad y compra un billete de tren Sevilla, Madrid. Había oído que, para triunfar en el cante, había que estar en Madrid pero la gran capital no es para él: no soporta el olor que despiden los coches, el ruido, el trasiego de gente, el hormigón... Tras apenas una semana decide volver a Sevilla. El dinero sólo le alcanza para comprar un billete hasta Córdoba. De allí a Sevilla, viaja custodiado por la guardia civil. Al llegar, sin un duro en el bolsillo, duerme bajo los soportales del estadio de fútbol del Sevilla y durante el día deambula por el barrio hasta que, por casualidad se topa con La Cuadra, de Paco Lira donde Salvador Távora y Alfonso Jiménez están montando el espectáculo “Quejío”. Paco Lira lo invita a quedarse en La Cuadra y, a los pocos días, Alfonso Jiménez Romero le ofrece participar en el espectáculo Quejío. Su cometido: el cante por seguiriya, por tonás y cantes de trilla. Acepta y se embarca con ellos en una gira por distintas ciudades españolas, de Francia, Italia y Suiza. Allí, en la ciudad de Ginebra, conoce a su futura compañera, Elena. hija de gallegos afincados en la capital helvética.
Pese a su afición, José no acaba de integrarse en el grupo y llega a la conclusión de que no puede seguir dedicándose al cante si no encuentra la manera de alternar esta actividad con su oficio de cabrero. Así, a finales del verano 1972, abandona definitivamente el grupo de La Cuadra de Sevilla.
Vuelve a la vivienda familiar y al cuidado del ganado de sus padres pero no encuentra su sitio y cuando, en octubre 1972, Alfonso Jiménez Romero le ofrece participar en su proyecto, "Oración de la Tierra", acepta y se convierte, con Fernanda Romero, en el protagonista de la obra. Fernanda representa La Tierra, José, El Hombre: "Desde niño, me enseñaron que el pan que me comía tendría que arrancárselo a las mismas entrañas de la tierra". Personaje y guión parecen inventados para él, sin embargo, como sucediera con Quejío, José siente que ninguna actividad, por gratificante que sea, le compensa si ésta lo obliga a desentenderse totalmente del pastoreo y, en diciembre, tras el estreno en Puebla de Cazalla, abandona el grupo y regresa a su pueblo.
Con los pocos ahorros obtenidos de sus dos experiencias teatrales, compra una tropilla de cabras y se instala, a principios de 1973, con Elena, su nueva compañera, en su pueblo, en casa alquilada y en la más absoluta pobreza.
En sus actuaciones con La Cuadra, José había dejado una profunda huella en los públicos y organizadores, aspecto que propició la organización, en invierno de 1973, de una serie de recitales en solitario en Francia y Suiza. En su debut, ya con el sobrenombre de EL CABRERO, en el Teatro de l’Atelier de Ginebra, abarrotado de público, interpreta: Soleá, Seguiriya, Malagueña, Tientos, Cartagenera, Serrana, Fandangos, Cantes de Trilla y Tonás.
En 1974 participa en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Su presencia en el escenario provoca algunas risas y bromas entre el público: “Vaquero ¿dónde te has dejao el caballo?” Sin embargo, cuando comienza a cantar, se hace el silencio y a final, las palmas echan humo. Es seleccionado para la final pero no obtiene premio alguno. Tras esta presentación en el Concurso de Córdoba, comienza a ser solicitado por algunas peñas flamencas y como lo que dejan las cabras es insuficiente para cubrir las necesidades mínimas, José decide frecuentar de nuevo los reservados de la Venta Vega y el Morapio y el tablado de La Trocha.
En 1975, Pepe Carrasco le propone de nuevo grabar con Belter y esta vez, acuciado por la necesidad, acepta. El trato es una permuta: él graba un disco y la Cía Belter paga los gastos de clínica de su compañera que va a dar a luz al primero de los tres hijos de la pareja. En otoño sale al mercado “Así canta El Cabrero” con la guitarra de José Cala el Poeta. A los pocos meses de la publicación del disco, El Cabrero participa, con todas las grandes figuras del momento, en algunos festivales importantes y provoca un auténtico impacto entre el público.
Tras el éxito de su primer disco, en 1976 firma un nuevo contrato con Belter para tres nuevas grabaciones : “A esta tierra que es mi mare” (1976) y “Tierras Duras” (1977), con la guitarra de Eduardo de la Malena y “A paso lento” (1978) con Pedro Bacán.
A mediados de los 70, todavía vivo el dictador Francisco Franco, y cuando nadie en España se inquieta por la situación de las Vías Pecuarias, José se embarca, con la única colaboración de su compañera, en la reivindicación de las Cañadas, Coladas, Cordeles, Veredas, Descansaderos y Abrevaderos, que en su pueblo, al igual que en todo el territorio nacional, están usurpadas por los terratenientes y otros agricultores. Por este motivo es objeto de coacciones, amenazas y numerosos procesos de los que sale absuelto pero que, en ningún momento, suponen penalización alguna para los usurpadores. Hasta prueba de lo contrario, se puede afirmar que José Dominguez El Cabrero, ha sido el pionero de lo que, andando el tiempo, sería el Movimiento por la Recuperación de las Vías Pecuarias.
En 1977 vuelve a participar en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba y tras su cante por soleá el auditorio estalla en una estruendosa ovación. En todos los corrillos se habla del premio por Soleá para el Cabrero. Pero el jurado, ofendido porque el cantaor, “además de llevar las botas manchadas de barro”, al inicio de su actuación se había dirigido al público pero no a los miembros del jurado, deja desierto el premio por Soleá, hecho que da lugar, en la noche de entrega de los premios, a una sonora protesta en el Gran Teatro de Córdoba
A principios de 1980 El Cabrero es ya una de las figuras más solicitadas en los festivales flamencos y, aunque confiesa ser totalmente contrario a los concursos, vuelve a participar en el de Arte Flamenco de Córdoba. Motivo: su inveterada manía de "no dejar las cosas a medio hacer”. Obtiene el Premio Nacional de Soleá, por unanimidad y el Premio Nacional de Malagueña, por mayoría. Los que votaron en contra, por considerar que si bien la malagueña estaba bien cantada, no se ajustaba a la ortodoxia, serían luego auténticos paladines de la con-Fusión mientras que El Cabrero seguiría, durante toda su carrera, profundizando en la hondura del cante clásico. Según palabras de Paco Vallecillo, miembro del jurado, el mejor cante de El Cabrero, en aquella edición del Concurso, fue la seguiriya pero, ya otorgados los premios por Soleá y Malagueña, a algunos miembros del jurado, encabezados por el ultra conservador Agustín Gómez, les parecía excesivo concederle a aquel rebelde, el máximo galardón: 3 premios nacionales y el cuarto, al cantaor más completo, según las normas del concurso.
Al día siguiente de la entrega de premios en el Gran Teatro de Córdoba, José vuelve con sus cabras y es agredido por un guarda jurado en una vía pecuaria: Andaluza de Piritas, que explotaba, a cielo abierto, el yacimiento de pirita de su pueblo, había desviado, para su uso particular, un arroyo interrumpiendo el paso del ganado. José sabedor de sus derechos, se adentra unos metros por el único paso habilitado que está dentro de los terrenos de Andaluza de Piritas. El guarda de la empresa lo amenaza empuñando una tercerola que José le arrebata, tras un forcejeo, cuando ve que el guarda echa mano de un peine de municiones.
Tras dejar el ganado con un compañero, se apresura a entregar el arma y las municiones en el Cuartel de la Guardia Civil, con la intención de denunciar aquellas amenazas e intento de agresión. La Guardia Civil lo retiene en el cuartel, sin tomarle declaración, hasta la llegada del guarda con el abogado de la Empresa y redactan atestado de denuncias contra él, por “agresión a una autoridad”. Así, José pasa de denunciante a denunciado. Es encarcelado y puesto en libertad a los seis días, pero el Ministerio Fiscal califica los hechos de “atentado contra una autoridad” y pide para él, cuatro años, cuatro meses y un día de prisión, proceso del que resultaría absuelto por el tribunal de la Audiencia de Sevilla. La prensa, en general, informa ampliamente del suceso y se muestra a favor del cantaor. Toda la prensa, a excepción del cordobés Agustín Gómez, que mantiene, en diferentes medios de comunicación, la teoría de que el suceso había sido provocado por El Cabrero para procurarse más notoriedad.
Pero la beligerancia del crítico conservador se muestra con mayor rotundidad aún, poco tiempo más tarde, cuando el cantaor es denunciado por blasfemia. a raíz de unos hechos acaecidos durante un festival en Alcolea de Córdoba, en el que también participaba Luis de Córdoba. El Cabrero, al sufrir una grava afonía, subió al escenario para disculparse y decir que tenía que renunciar a cantar por no estar en condiciones de hacerlo. El público, en su mayoría seguidores del cantaor, lo animó a cantar “aunque sea por señas”, así que lo intentó. Como la voz no le respondía, un grupito de “aficionados”, entre abucheos, lo increparon imitando el berrear de las cabras, a lo que José, impotente e indignado, respondió “Me cago en Dios, ¿No dije que no podía cantar?.." La inmensa mayoría del público lo apoyó con aplausos, los del berreido se fueron directamente a denunciarlo por aquella horrible blasfemia, ante la Guardia Civil. En los días posteriores Agustín Gómez, cual patético Torquemada, libró una furibunda campaña, en la radio contra el blasfemo dando rienda suelta a su ya conocida fobia contra el cantaor sevillano.
Tras celebrarse juicio, en Córdoba, y pese a que los propios denunciantes admitieron que se había tratado de una exclamación sin carácter ofensivo, el juez lo condena a 5 meses de arresto mayor y multa de 40.000 Ptas. Tras un recurso, la audiencia rebaja la pena a dos meses de prisión y el juez se niega a aceptar la remisión de la pena por lo que El Cabrero, en octubre de 1982, ingresa en la prisión provincial de Sevilla provocando tal escándalo y movilización social que a los 22 días de su ingreso en prisión, el gobierno de la UCD otorga un indulto extraordinario y el cantaor es puesto en libertad.
Durante el decenio de los 80 el mensaje de El Cabrero, plasmado en sus letras, se hace cada vez más contestatario mientras que en su estilo reivindica los valores tradicionales del Cante Jondo, sin aditivos, en un momento en el que buena parte de los llamados “flamencólogos” apuestan ya descaradamente por la fusión. En este caminar “a contra corriente”, El Cabrero se enfrenta a una feroz campaña de desprestigio a cargo de un puñado de críticos, bien conocidos de todos los seguidores del cantaor, campaña que es proporcional a la popularidad que el cantaor de Aznalcóllar alcanza a nivel nacional. Se convierte en una figura emblemática de los grandes Festivales de Flamenco y, mientras algunos medios lo califican de fenómeno social, los ya citados flamencólogos y sus alumnos, se empeñan en afirmar que la carrera del cantaor será breve.
En 1988 se graba en Aznalcóllar, Bayonne, Sevilla (La Carbonería) y Marinaleda el documental EL CABRERO, EL CANTE DE LA SIERRA, de Béatrice Soulé. Este trabajo, que obtiene el Premio Especial del Jurado en el Festival de La Rose d’Or de Montreux (Suiza), es emitido por más de cuarenta cadenas en Europa, America, Asia y Oceanía mientras en España, ninguna cadena de televisión acepta emitir la cinta.
El decenio de los ochenta es el más fértil de su carrera, en lo que a grabaciones discográficas se refiere. Con Antonio Sousa, su guitarrista habitual, graba “A mí me llaman Cabrero”, “Dale Alas”, “Luz de Luna” y “Le sigo cantando a Huelva” participando también en estos dos últimos, Pepe Habichuela y Juan Díaz. Con José Luis Postigo, que sustituiría a Antonio Sousa como guitarrista “de cabecera”, graba “Que corra de boca en boca” y, en 1988, “Encina y Cobre”, con Paco del Gastor iniciando con éste una colaboración artística que duraría más de 12 años. 
Otros discos del cantaor son. De La Cuadra a La Carbonería, Por la huella del fandango, Somo el viento de poniente, Sin Remache, Diálogo sin artificios y Pastor de Nubes.


2 comentarios:

  1. ¡¡¡ooleeéé!!!

    Pero siempre, siempre, asociado ya al Cabrero, no podré dejar de recordar cierto día, con una amiga común, en una fiesta en esos arenales de Córdoba... ja, ja, ja! (llorar a lágrima viva de risa).

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  2. Pues no sé si sabes que en otra ocasión se conocieron!!! jaaaa....

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